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Experiencias com-ún-itarias de iniciación en las señas



                Mi mamá me dejó con mis abuelitos. Parecía que mis abuelos eran mis padres. Antes de los 5 años
                yo no vi a mi mamá y me dijeron: «mira allá en México (Ciudad de México) hay señas, es un grupo
                especial para que hables», entonces me trajeron aquí. Yo tenía 6 o 7 años, no lo recuerdo, ya me
                trajeron aquí y yo vi que hacían señas, yo jamás había visto, no sabía qué significa las primeras
                señas que vi, pero poco a poquito fui aprendiendo. En Oaxaca jamás, allá no había señas, no
                había nada, pero vine aquí a México y era diferente (Jesús).


                 La escuela, al parecer se llamaba Silvestre Revueltas, estaba en la actual al-
          caldía de Tlalpan, pero Jesús comentó que ya no existe. Más allá de esta referencia
          no tuve otra noticia de la citada institución. Por otro lado, las experiencias hasta
          ahora evocadas, tanto de la profesora Irma como de Julieta y de Jesús, comienzan a
          dejar entrever que la Ciudad de México ha ocupado un rol central, o centralizado, en
          la difusión de las señas. No obstante, probablemente el panorama está cambiando.
          Como se indagará posteriormente, otras personas han manifestado que sus prime-
          ros aprendizajes sucedieron en los lugares de origen, pero al cabo de un tiempo
          también tuvieron que migrar a la Ciudad de México, especialmente por la búsqueda
          de una escuela especializada.

                 Con mucha más accesibilidad para niños y jóvenes oriundos de la capital, las
          instituciones educativas también se han consagrado como el primer sitio de adqui-
          sición de las señas. Empero, los grupos de amistad y las fiestas llegan a presentarse
          como un preámbulo en el que las señas comienzan a vislumbrarse. Fernando forma
          parte del equipo de profesores de LSM en IncluSor. En 2019 tenía 42 años. Recuerda
          con mucho entusiasmo las vacaciones de verano, justo antes de entrar a la escuela
          secundaria. En esa temporada su amigo, a quien señala como «el mago sordo» por
          dedicarse a ese oficio, lo invitó a una fiesta y a reuniones casuales:
                Llegaron muchos (sordos), señaban yo me quedé, así como ¡wow, ¿qué?! Andaban tomando, 13
                años y yo ya tomando, híjole, bueno, pues todos platicando, ya era medio tarde y estaba lejos.
                La fiesta era por Santa Fe (…) otro día mi amigo me dijo: «vamos con sordos», fuimos al Metro
                Colegio militar. Siempre andábamos juntos, toda la vida. A veces sábado o lunes, dependiendo.
                Fuimos y mi mamá estaba preocupada, yo dije ‘quiero ir, quiero conocer, quiero platicar’ y mi
                mamá: ‘bueno…’ (Fernando).


                 En el periodo de aquellas invitaciones y encuentros las vacaciones termina-
          ron y comenzó sus estudios de secundaria alrededor de 1990. Previamente él había
          discutido con su madre a cuál escuela asistir. Estaban buscando donde Fernando
          pudiera aprender señas y simultáneamente acceder a la educación por medio de
          las señas, aunque como reconoce él y su amigo ya habían aprendido algunas señas


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