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Gabriel Tolentino Tapia




        con quién más aprender. Luego de su estancia en la capital del país, el hermano re-
        gresó a Cuernavaca, donde estaba residiendo Julieta y comenzó a enseñarle:
             Me empezó a hacer como que las señas, pero yo no le entendía y yo me preguntaba: ‘¿por qué la
             seña de papá era así o la de mamá así… por qué el abecedario era así: papá con la ‘p’, mamá con
             la ‘m’ con la de mamá’?, entonces fui aprendiendo poco a poco (Julieta). 123


               La «importación» de señas y su difusión en algunas regiones de la provincia,
        es expresión del rol histórico que la capital del país ha desempeñado en la transmi-
        sión de este idioma. Ahí se consagró la primera escuela para sordos y también ha
        albergado a múltiples asociaciones y clubes sociales y deportivos. Entre las familias
        con varios integrantes sordos, como es el caso de Julieta, es posible que se gene-
        ren «señas caseras», pero el acceso a un idioma extendido y reconocido por una
        comunidad, supone ir más allá del núcleo familiar. Además de los condicionantes
        geográficos, las ideologías oralistas predominantes, todavía con remanentes en la
        actualidad, se han erigido como barreras que impiden el encuentro con las señas y
        más personas sordas, como les sucedió a Julieta y a sus hermanos.


               En otros tipos de familias sucede que tanto padres, madres e hijos son sor-
        dos. Eduardo y Roxana son pareja. Sus hijas son Ilse y Jazmín. Los cuatro son sordos
        y siempre han vivido en la Ciudad de México. Eduardo y Roxana se conocieron hace
        unos 18 años en la zona deportiva de Velódromo, cerca del Palacio de los deportes,
        cuando ella practicaba voleibol y él básquetbol. Fueron presentados por amigos que
        tenían en común. Casi al año de conocerse se convirtieron en pareja y al poco tiempo
        se unieron y nació su primera hija. 124

               A diferencia de Eduardo y Roxana, que pasaron por diversos procesos de
        rehabilitación y alejados de las señas durante su niñez y parte de la juventud, sus
        hijas han accedido a las señas desde que nacieron. Literalmente han tenido las señas
        «de primera mano». El hogar se ha consagrado como un verdadero «lugar sordo»



        123   Se refiere a señas que se conocen como inicializadas: la mano indica la seña de la primera letra con la que inicia la
            palabra, por eso la «p» papá y la «m» de mamá. Ambas señas se realizan a la altura de la boca.
        124   El noviazgo constituye uno de los mecanismos sociales que permite comenzar a aprender señas o fortalecer el acervo
            lingüístico fuera del hogar. Por ejemplo, Ruth, a quien conocí en IncluSor cuando daba clases de LSM y de algunas acti-
            vidades manuales, comenzó a aprender por medio de su pareja. Del conjunto de personas entrevistadas fue la única en
            manifestar esta modalidad de primer aprendizaje. Por su parte, Julieta y Marcela, ambas usuarias de los talleres de joyería
            y otras actividades organizadas por IncluSor, ya habían aprendido antes de conocer a sus primeras parejas sordas, pero
            extendieron mucho más sus habilidades con esta interacción. Por su parte, Eduardo y Roxana también estaban desarro-
            llando sus destrezas lingüísticas por medio del contexto deportivo.


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