Page 284 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Gabriel Tolentino Tapia




               Olivia reconoce que las telecomunicaciones han cambiado el panorama: «yo
        fui con ella (la primera audióloga) a preguntarle ¿dónde estudió lengua de señas?;
        ¿a quién más le puedes preguntar si no conoces?, en ese entonces no había Internet»
        (Olivia). Realmente sin abandonar su inquietud, Olivia se sirvió del puente comuni-
        cativo que ofrece Internet para franquear su desconocimiento, superar la dispersión
        geográfica que había entre ella y las asociaciones, dado que no conocía sus ubicacio-
        nes y dejar de depender de la intermediación médica y de sus propósitos rehabili-
        tatorios para establecer el contacto con una asociación donde pudiera comenzar a
        aprender LSM.

               En este sentido, las experiencias de Miriam y de Olivia son similares no sólo
        por lo que significa actualmente abrir una computadora e introducir algunas pala-
        bras en la barra de búsqueda, sino también porque denotan una decisión que recae
        más en ellas que en la familia. En este sentido, lo mismo puede decirse de Jessica y
        de Ángela que también son sordas postlingüistas. En efecto, a diferencia de las niñas
        y los niños que, como resultado de una decisión adulta y oyente, acuden por primera
        vez al INR o aún más a IPPLIAP para aprender señas, Miriam, Olivia, Ángela y Jessica
        se rigieron por una suerte de augurio personal. Evidentemente, esta decisión en la
        vida adulta no significa que no haya distintas problemáticas con las familias, pero
        ese es otro tema. Lo que interesa subrayar es cómo suceden algunos de los primeros
        contactos con las señas y más personas sordas entre sordos postlingüistas.

               En IncluSor también coincidí en un curso con una joven que recientemente
        estaba comenzando a perder la audición. En una situación de este tipo era compren-
        sible que se mostrara afligida. Sin embargo, lo que particularmente se estaba ofre-
        ciendo a las mujeres sordas postlingüistas mediante IncluSor, no sólo era aprender
        por aprender señas, sino comenzar a trabajar un proceso personal en términos de
        aceptación, lo que Ángela define como «mecanismos para sobrevivir siendo sorda»
        y la posibilidad de introducirse en un mundo social distinto. En este sentido, los
        cursos de conversación se condensaban como espacios catárticos, iniciáticos y de
        discusión sobre lo que significa ser sordo en el plano individual y colectivo. Además,
        contar con Ángela y Jessica al frente, estaba permitiendo «conectar» en el proceso
        de identificación y de comenzar a ver las posibilidades que se tienen en esa condi-
        ción auditiva.


               Los relatos ponen de manifiesto que no existe una estrategia o plan premedi-
        tado que logre sortear los dilemas que se desprenden del hecho de ser sordo, enfren-



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