Page 291 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Experiencias com-ún-itarias de iniciación en las señas
ción entre los fenómenos afectivos y el proceso de adquisición de una lengua.
Nuevamente subrayo la imbricación entre el audismo y el adultocentrismo:
Gisela fue sometida a un sistema del cual no tuvo oportunidad de elección, dejado
abiertamente a criterio de los oyentes en su figura de familiares y especialistas mé-
dicos. Además, cuando Cristina indicó que desde los 11 meses de vida Gisela «tiene
muchos compromisos» con los estudios clínicos y las terapias, pone de relieve que
el sistema de rehabilitación y educación especial colocó a su hija en un modo de vida
similar al de los adultos promedio: marcado por un estado de estrés y de cansancio
físico que Cristina observó y comenzó a ser objeto de preocupación. Los «compro-
misos» estaban impidiendo que viviera la vida «normal» y esperada para un infante.
Las personas sordas se hallan en una condición sensorial, según la cual el
mundo se percibe primariamente a través de lo visual. Esta condición es incompatible
con la pretendida enseñanza de un idioma oral. A su vez, dicha ruptura produce un
espacio emocional omitido por el sistema de rehabilitación, como indica Cristina. Para
algunas personas implantadas, hablar por hablar oralmente implicaría la tarea de re-
petir signos lingüísticos, aunque vacíos no sólo de sentido sino también de emociona-
lidad. Hablar una lengua que no se comprende, difícilmente generará emotividad.
A menudo se dice que los sordos se asemejan a los extranjeros: viven en
«países» donde se habla un idioma distinto al suyo (Davis, 1995; Müller, Strobel y
Masutti, 2014; Murray, 2008). Asimismo, la condición de extranjería (permanen-
te) supone la emanación de determinadas emociones y los estados de ánimo. Una
discusión sobre su relación y distinción (de las emociones y los estados de ánimo)
rebasa los objetivos de esta exposición. Lo que interesa poner a discusión es lo si-
guiente: habituadas las personas sordas al mundo oral ¿qué estados de ánimo se
desencadenan? Quizá uno de los más comunes sea el de «aburrimiento». En efecto,
esta sencilla y común palabra fue ocupada por varios de mis interlocutores para
referirse a sus interacciones con oyentes. De hecho, Pfister (2015) también la llegó
a registrar y a plasmar en un par de pasajes.
A grandes rasgos, el aburrimiento refiere un estado de desinterés y de des-
atención sobre el contexto circundante. Aburrirse significa dejar de prestar ánimo
por lo que sucede: «el que verdaderamente está aburrido, es existencialmente inca-
paz de interesarse» (Revers, 1967: 44). Con el aburrimiento los sucesos se vuelven
tediosos; se genera la sensación de que ocurren más lentamente. Las personas sor-
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