Page 308 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Gabriel Tolentino Tapia




        uso de una excelente memoria visual, sentados en el local de quesadillas (ubicado
        casi frente a la iglesia principal de Milpa Alta) a las que solíamos acudir luego de las
        reuniones en el Salón del reino, Manuel me describió lo que observaba cada que se
        presentaba al recinto con su familia: el hombre vestido de blanco movía la boca (es
        común que los sordos imiten a los oyentes simulando los movimientos de la boca),
        los asistentes se llevaban la mano a su rostro mientras cerraban los ojos, se ponían
        de rodillas y agachaban la cabeza, depositaban dinero en unas canastas, se daban la
        mano y después pasaban a retirarse. Este conjunto de actos repetitivos que obser-
        vaba cuando asistía, sin embargo, no condensaban un significado para él.

               Durante una de las entrevistas grupales que sostuve con jóvenes sordos, ex-
        tendió sus impresiones: «mi mamá me llevaba al catolicismo, iba con mi familia, el
        Pastor hablaba (bajo la concepción cultural del grupo, el intérprete de la sesión usó
        la palabra Pastor, no la de sacerdote o Padre), yo no entendía entonces me aburría,
        se persignaban, no entendía nada: ‘ya se terminó’, ‘ah, pues vámonos…’». Vale la pena
        señalar que, en su libro de relatos autobiográficos, Rascón precisa una experiencia
        muy similar a la de Manuel:

             Mi vestido de Primera Comunión y la coronita estaban guardados, como si fueran benditos, en
             una petaca de gruesa lámina color verde con ribetes dorados. Mamá mandó pedir, a través de mi
             tía Luz, este ajuar hecho en la ciudad de México. Era de encaje y holanes blancos, más parecía
             de novia y, peor tantito, era de talla grande. Yo no entendía para qué este tipo de vestimenta,
             cumplir con el ritual no me causaba la más mínima emoción (...) No tenía ni idea del asunto: con
             todo y que Adelaida había hecho su mejor esfuerzo por enseñarnos cuando Panchito (su hermano,
             también sordo) y yo nos quedábamos con ella en el rancho, el Padre nuestro y el Ave María los
             había memorizado en partes (…) Sólo nos acompañaban nuestros respectivos padrinos, una tía,
             mamá y unos cuantos feligreses. Era día de San Pedro y San Pablo. No sentí nada durante la misa
             y creo que mi hermano tampoco (Rascón, 2016: 64-65).


               Similar a Rascón, Manuel parecía ser «católico» por designio familiar y por
        presencia física en el recinto, aunque no precisamente en el sentido espiritual aso-
        ciado a la construcción de significados. Cumplir con el ritual especial o rutinario,
        la Primera comunión o asistir a la misa convencional respectivamente, se erigen
        como parte de la transmisión cultural oyente, aunque carente de sentido para algu-
        nos sordos. Es probable que para los oyentes sea suficiente con llevar a los sordos a
        la iglesia para que el ritual cumpla su efecto. Sin embargo, la presencia física no es
        en absoluto equivalente a la presencia emocional y a la comprensión de los actos, las
        palabras y los fines de estar ahí. Sin un acto de comunicación, el registro visual de
        Rascón o de Manuel queda obturado.


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