Page 348 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Gabriel Tolentino Tapia




        Nunca se desechan definitivamente, quizá como indecisión, esperanza o expectativa
        de acercarse nuevamente al mundo auditivo. Para Fernando este sería el primer
        «paso» hacia su consolidación política como sordo. Sin embargo, desde el punto de
        vista sensorial también hubo transformaciones: alrededor de los 30 años la pérdida
        de audición fue profunda. Los llamados «restos auditivos» se disiparon.

               Cuando tenía esta edad ya poseía experiencia en las señas y la socialización
        con más sordos. Durante el capítulo pasado expuse cómo a sus 13 años las fiestas y
        la escuela secundaria se forjaron para él y su amigo el «mago sordo» como los sitios
        de iniciación en la comunidad Sorda. Desde ese momento comenzó a involucrarse
        intensamente con los sordos. Recuerda con mucha felicidad la ocasión en la que,
        todavía como estudiante de secundaria, acudió al campamento que se organizó en
        el Estado de Veracruz; pasó una semana inolvidable con decenas de compañeros
        sordos que habían llenado tres autobuses.


               Como muchos otros sordos, Fernando se sintió más cómodo con la lengua de
        señas, no obstante, tuvo en los primeros años como señante tuve que enfrentar una
        problemática compartida con otros sordos, pero experimentada individualmente:
        «cuando era joven, como a los 16 me daba pena (hacer señas) era como: ‘¡mira, mira,
        es como si fuera un mono!’», haciendo referencia a la manera en la que los oyentes lo
        veían hablar en señas. Se trata de una experiencia que puede ocurrir al inicio en tan-
        to que sordos señantes o en cualquier momento de la trayectoria de vida. Roberto y
        su hermana también vivieron episodios similares en la escuela de oyentes. Como se
        identificará más adelante, otras personas entrevistadas también expusieron situa-
        ciones similares acaecidas en el espacio público.


               Aun cuando se trata de digresiones que afectan emocionalmente y que se recuer-
        dan a lo largo de la vida, las personas sordas demuestran no dar vuelta atrás, es decir, las
        burlas y los señalamientos públicos no terminan por hacer que se abandonen las señas.
        El acceso al entendimiento y la formación de grupos de encuentro podrían considerarse
        como mecanismos de soporte sociolingüístico. De esta manera, en el caso de Fernando,
        pronto los lazos comenzaron a extenderse más allá de la escuela secundaria:

             Todos los viernes salíamos de la secundaria y nos íbamos al Metro Chabacano. A las 2 de la tarde
             más o menos salíamos de la escuela y nos íbamos a jugar a Velódromo. Se juntaban sordos de
             distintas escuelas secundarias (…) se hicieron equipos, como grupos. Hicieron cuatro equipos de
             sordos para jugar fútbol o básquetbol, sobre todo básquetbol y fútbol. Iban de varias escuelas,
             éramos hombres (Fernando).



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