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Socializaciones, politización y desencantos biográficos




                 Entre algunos sordos que habitan en la Ciudad de México no sólo en el De-
          portivo Mina, sino también el Templo de San Hipólito, figuran como sitios en los que
          el chisme y conflictos suelen emerger. De ahí que algunos sordos tomen distancia.
          Con relación al deportivo Mina, un par de ocasiones fui testigo de breves altercados.
          En una ocasión un oyente que sabía señas y que también jugaba fútbol, estaba tra-
          tando de marcar una distancia entre los que podían entrar al deportivo y los que no.
          Al poseer el «poder» de la «voz», trataba de persuadir al vigilante de no permitir el
          acceso a los sordos que él y otros compañeros sordos suyos consideraban que no
          eran bienvenidos, aunque no expuso los motivos al policía. En otro momento, Ma-
          ricela, la esposa de Omar, que es el coordinador de la liga de fútbol (ambos sordos),
          me platicó que con cualquier provocación suelen revivir viejos rencores y generar
          nuevos conflictos.

                 En realidad, chismes y embrollos no son tema supeditado al Templo de San
          Hipólito, al deportivo Mina o a la comunidad sorda. Sin embargo, mientras que los
          oyentes, ante una disyuntiva, pueden cambiar de lugar para practicar un deporte o
          rezar, las opciones para los sordos se ven mucho más limitadas desde el punto de
          vista comunicacional. Pese a la conflictividad, la lengua y la identidad se erigen como
          un poderoso mecanismo de atracción. Como detecté en otros escenarios, por ejem-
          plo, el Metro o los eventos políticos y culturales, aun cuando tengan viejas rencillas,
          los sordos tienden a confluir porque en esos tiempos y espacios (lugares) poseen
          vínculos sociales en común y sólo ahí está habilitada la socialización en un idioma
          que entienden mucho mejor. Este fenómeno de orden social y espacial demuestra
          que aun cuando existan conflictos entre dos o más personas sordas, estas seguirán
          encontrándose en los mismos sitios 159 .


                 Ahora bien, es llamativo que, en el mismo hilo de su comentario, Fernando
          comparara la socialización en el fútbol y en MEBISOR. Nota formas distintas de con-
          vivir y objetivos perseguidos por cada grupo. El cambio que auto percibe en su vida
          parece ser resultado de un proceso de socialización iniciado con su papel como pro-
          fesor de señas. En IncluSor ha desarrollado buena parte de esta identidad política.
          Paulatinamente la asociación se ha insertado, junto a otras asociaciones de sordos,
          en marcos organizativos nacionales como lo son MEBISOR y la UNSM, caracteriza-

          159   En 2020, como parte de la nueva «ola» de la industria cultural «inclusiva», Netflix incorporó a su oferta la serie titulada
              «La universidad para sordos» (Gallaudet). Como si se tratase de un reallity show al estilo Big Brother, el programa expo-
              nía las vidas de los estudiantes y sus vericuetos. Ahí también se dejaba ver cómo, pese a las discrepancias personales y
              amorosas, los sordos tenían que seguir viéndose ante su voluntad. Dado que algunos protagonistas reconocían que por
              ser una «minoría» que habita los mismos sitios y frecuenta los mismos círculos sociales, era casi imposible dejar de verse.


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