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Gabriel Tolentino Tapia
7. Jessica: de no escuchar a ser Sorda
Recuérdese que Jessica es sorda postlingüista. Comenzó a perder la audición a los
23 años. En 2019 había cumplido 55; ha pasado más de la mitad de su vida ya como
sorda. Sin embargo, sólo hasta 2011, cuando tenía 47 años, comenzó a buscar cursos
de señas. Ubicó los que se estaban dando en el Templo de San Hipólito y se inscribió.
Ahí aprendió temas básicos de las señas. Posteriormente, al decidirse por buscar
más cursos, ubicó uno que se estaba ofertando en la asamblea legislativa Distrito
Federal (ahora ciudad de México).
Jessica cuenta que ahí trabajaba una intérprete de nombre Javiera Salmerón.
Ella organizó el curso y lo impartió otro intérprete, Daniel Díaz. El contenido le pa-
reció interesante porque además de las señas veían presentaciones y exposiciones
con contenido sobre la historia de las señas y la comunidad sorda en México. Ade-
más, invitaban a los sordos, de modo que a través de la interacción también estaban
aprendiendo los alumnos. En ese curso ella era la única sorda. Cuando culminó, la
organizadora emprendió unas mesas de trabajo en las que participaban otros sordos:
Salmerón, cuando terminó este curso había iniciado un trabajo ahí en la asamblea, era un trabajo,
como unas mesas de discusión en las que participaban sordos. Yo con ese curso básico que había to-
mado empecé a participar en esas mesas y empecé a aprender mucho de los sordos que participaban
ahí. Veíamos temas que estaban relacionados con nuestros derechos, con cómo podríamos promover
actividades o cómo podríamos desarrollar proyectos en favor de los sordos. En esas reuniones par-
ticipaban integrantes de la Coalición de Personas Sordas (COPESOR), participaban sordos que ve-
nían de visita a la Ciudad de México (…) Era un trabajo muy bueno el que se hacía con Javiera. En
esa época aprendimos mucho acerca de las leyes en México, que hay una Convención internacional,
que México es parte de esa convención, hay una constitución, hay una ley general para las personas
con discapacidad, entonces cómo las leyes y sus reglamentos tenían que estar vinculadas con todo
eso. Ahí discutíamos sobre todas esas cosas y ahí yo aprendí mucha lengua de señas. No era un curso
propiamente dicho, pero fue la manera en que me fui empapando de toda la información (Jessica).
Entre el curso que realizó en el Templo y las mesas de trabajo organizadas
por la intérprete de señas, no pasaron más de dos años. Jessica recuerda que ocurrió
entre 2011 y 2012. Es decir, si bien habían pasado varios años entre la época en la
que comenzó a perder la audición y cuando se decidió a tomar el primer curso, pos-
teriormente su involucramiento con la comunidad en temas políticos ocurrió en un
periodo breve. Jessica tenía tiempo trabajando, desde su juventud, en una agencia
del gobierno federal. Para cuando comenzó a aprender señas, ya había adquirido su
primera vivienda y continuaba trabajando. Si bien comenta que su empleo siempre
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