Page 381 - Más allá de la razón oyente digital digital
P. 381
Relaciones con el Estado, espacio público y
sentidos sobre ser sordos en cuatro grupos
parse por amplios grupos de comerciantes. A diferencia de otros medios de trans-
porte, las líneas de Metro constituyen una infraestructura fija por la que hoy en día
circulan, entre las 5 a.m. y las 11:59 p. m., alrededor de cinco millones de personas
entre sus once líneas vigentes y 195 estaciones. Con estas características físicas y
sociodemográficas, puede entenderse en parte por qué el Metro es atractivo para
volverlo un lugar permanente de trabajo. Sin embargo, su apropiación para este fin
nunca ha sido sencilla.
Algunos vagoneros sordos con los que trabajé, específicamente de las líneas
3 (Indios Verdes-Universidad) y en menor medida de la 9 (Tacubaya-Pantitlán), lle-
van entre dos y tres décadas en el Metro. Recordando a través de una entrevista
colectiva con varios vagoneros de la línea 3, José indica que comenzó a trabajar en el
Metro cerca de 1996, cuando tenía 14 años. Emma nació en 1976 y evoca la estación
de Indios Verdes, donde inició a los 21 años. Flavia se integró en 1998 cuando tenía
35 años. De manera paralela o incluso antes de ingresar a los vagones para vender
sus productos (especialmente dulces, chocolates, libretas o lapiceros) algunos se
desenvolvieron en las calles y en microbuses.
Julio, uno de los más jóvenes de la línea 3 recuerda, según lo que le han
contado, cómo su padre (José) y madre (Martha) se «mudaron» de las calles a los
vagones: «son sordomudos que piden dinero, pero como no podemos hablar, noso-
tros pedimos en una hoja y trae opciones de donativos de 10, 20, 30, 40 y 50 pesos.
Antes mis papás hacían eso, pero como ganaban poco no les gustó…». En el Metro las
ganancias mejoraron, aunque se enfrentaron a nuevos problemas: «los conductores
de los Metros nos agarraban porque no querían que vendiéramos, hubo un tiempo
que nos agarraban a nosotros, a los ciegos y a los indigentes», agregó Julio. Durante
nuestra entrevista colectiva, José, Emma y Flavia también remembraron sus expe-
riencias singulares de detención policial.
Julio nació en 2002. Durante su infancia, luego de acudir a la escuela, llegaba
al Metro para andar tomado de la mano de Martha su madre mientras ella vendía.
En ese tiempo la situación con las detenciones había mejorado, al menos por un
tiempo: «cuando yo era chiquito nos llevábamos bien con los policías, no había pro-
blema que vendieran mis papás, pero ya después llegaron nuevos policías y nos em-
pezaron a decir que no podíamos vender» (Julio). Estos últimos sucesos ocurrieron
cuando él tenía 14 años, en 2016. En años más recientes, varios de ellos reconocen
que la situación ha sido más segura para su permanencia; Gerónimo, uno de los
381

