Page 384 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Gabriel Tolentino Tapia
cos médicos y credenciales expedidas por instituciones de salud o asistencia social
constituyen el aval documentado de la discapacidad. Se convierten en una carta de
presentación que certifica y acompaña a la persona ante escenarios más o menos
previsibles.
En las detenciones los vagoneros sordos comenzaron a emplear el recur-
so del papel. Aprendieron a gestionar estos documentos ante las autoridades del
Metro. Quizá a diferencia de otras discapacidades más evidentes, en los sordos el
refrendo escrito de su condición es importante porque no es perceptible a simple
vista. Emma concuerda con la efectividad de la credencial: «varias veces me agarra-
ron y tuve que pagar para que me soltaran, pero después tuve una credencial falsa y
bueno, ahí tenía algunas firmas y con eso yo salí libre». Empero, la presentación de
una credencial no siempre surtía efecto, como deja ver José:
Anteriormente teníamos una credencial de discapacidad y la mostrábamos, decíamos que éramos
sordos y ya nos dejaban seguir vendiendo, pero a veces la mostrábamos y nos sacaban a la calle.
Nos salíamos 20 minutos y nuevamente regresábamos a vender y así lo hacíamos constantemente,
a veces los policías que están en vigilantes, pues no se daban cuenta (José, entrevista colectiva).
Al respecto, Flavia indicó: «A veces cambia: ‘ah tienes discapacidad, eres sor-
do, bueno, tienes algunos derechos’ y te ayudan, pero no siempre es exactamente
así, cada que cambia el gobierno es diferente la forma de trabajar, entonces es muy
diferente». La afirmación de discapacidad por medio de una credencial, algunas ve-
ces falsa, como indicó Emma (más no su condición auditiva) pasó a formar parte de
una estrategia más amplia. A la necesidad de demostrar su condición frente a las au-
toridades por medio de un papel o plástico, se sumó otra estrategia de visibilización
pública: me refiero a los uniformes. En efecto, de los distintos grupos que se ubican
específicamente en los vagones, probablemente los sordos sean los únicos unifor-
mados y no siempre de todas las líneas. Entre los vagoneros oyentes que siguen
siendo perseguidos por las autoridades, un uniforme es impensable.
Entre los vagoneros sordos sólo percibí esta práctica en las líneas nueve y
tres. Empero, mientras que los de la nueve sólo incluyen en su playera un par de
logotipos alusivos a la lengua de señas por medio de una mano y a la discapacidad
auditiva a través del logotipo de una oreja con una línea que la atraviesa en diagonal
(similar a los símbolos de «prohibido»), los de la tres incluyen más información vi-
sual y escrita. José recuerda el proceso de creación de la playera:
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