Page 395 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Relaciones con el Estado, espacio público y
sentidos sobre ser sordos en cuatro grupos
de un trabajo digno, como se alcanza a leer en la parte frontal de su playera (que de
hecho es el mensaje más grande: «No oigo pero veo, no escucho pero comprendo y
en mi silencio hay amor; tan sagrado es tu dinero como sagrado es mi trabajo»).
Cabe recordar que desde la década de los setenta, los primeros trabajos
marxistas de la discapacidad examinaron cómo las ideologías liberales del sujeto
moderno, pulcro, racional y «normal» desde el punto de vista físico, intelectual, sen-
sorial y comunicativo han servido de fundamento para ejercer una exclusión social
sistemática de los distintos ámbitos de la vida social, incluyendo, por supuesto, el
laboral (Finkelstein, 1981).
En consecuencia, la presumida sociedad moderna, productiva y eficiente
asigna un «lugar» en el sentido espacial, simbólico y social marginal a la gente con
discapacidad, aunque paradójicamente ese mismo lugar, como sucede con el Metro,
les es negado o facilitado según la agenda de la administración en turno. La nota
periodística de La Jornada, citada anteriormente, reproduce la idea de «asignación
de un lugar» como se aprecia en las conjeturas de un político que opinó sobre las
extorsiones sobre los vagoneros sordos en el Metro: «no hay espacios para su de-
sarrollo personal, laboral y económico, por lo que muchos tienen que refugiarse en
sus casas y aquellos que deciden salir a probar suerte a las calles, se emplean como
vendedores ambulantes».
Así las cosas, las condiciones económicas, políticas e ideológicas que impe-
len a muchas personas con discapacidad a ocupar el Metro como un sitio de trabajo
in-formalizado, proveen de una lectura estructural y política sobre en las formas de
apropiación, uso y significado del Metro por parte de los vagoneros sordos. En resu-
men, la actividad laboral dentro de los vagones del Metro no se puede entender si se
deja de lado la historia del crecimiento urbano y demográfico en el área metropoli-
tana de la Ciudad de México y su influjo sobre las políticas de transporte. Tampoco si
se omiten las fallas estructurales de la economía y la incapacidad de ofertar trabajos
bajo esquemas aceptables de seguridad social. Tampoco si dejamos de lado todas las
representaciones e imaginarios todavía vigentes que han colocado a las personas
con discapacidad, incluidas las personas sordas, en el estatus de seres dependientes
e incapaces de recibir educación en su lengua y luego incorporarse a la economía
formal.
Una última consideración sobre los vagoneros sordos se relaciona con los
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