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Relaciones con el Estado, espacio público y
                                  sentidos sobre ser sordos en cuatro grupos



          nidad sorda, sobre todo en el tema educativo. Es importante señalar que mientras
          algunas propuestas en ambos eventos fueron presentadas de modo general (salud,
          educación o trabajo para las personas con discapacidad) los sordos se concentraron
          en propuestas relativas exclusivamente a la comunidad sorda.

                 De hecho, en el primer parlamento de personas con discapacidad las ini-
          ciativas divergieron, pues alguna persona con discapacidad física señaló que era
          necesario que se les incluyera dentro de las escuelas regulares, una representante
          de MEBISOR se levantó para indicar que precisamente eso es lo que había de evitar-
          se, dado que había evidencia de sobra para demostrar cómo la colocación de niños
          ciegos, sordos o con discapacidad intelectual en un mismo salón no había sido pro-
          vechosa para nadie, menos aún si se les ubicara junto a quienes no tienen discapa-
          cidad. En IncluSor se comparte esta perspectiva; Ángela le llama «la licuadora». Los
          representantes de la comunidad sorda abogan por una educación que por lo menos
          en los niveles básicos se focalicen en los sordos, incluyendo profesores sordos para
          alcanzar una atención mucho más efectiva.

                 En general, las personas sordas sólo confluyen en eventos con personas que
          tienen otros tipos de discapacidad cuando estos son organizados por alguna ins-
          titución pública. No fue casual que las pocas veces en que atestigüé la confluencia
          de asociaciones de sordos, ciegos, personas con discapacidad física, intelectual o
          psicosocial, ocurrió por convocatoria de alguna dependencia de gobierno o a través
          de alguien que estaba haciendo campaña política para aspirar a un puesto de repre-
          sentación pública. Sin embargo, el terreno o la «cancha» de la discapacidad no es en
          la que precisamente les gustaría «jugar». Pareciera que es el ámbito de interlocución
          que el Estado impuso y mantiene habilitado para los sordos. Aun cuando procuran
          abrir canales de gestión directos con las instituciones públicas, se han visto en la
          necesidad de seguir acudiendo al llamado desde la discapacidad: ¿por qué? Para
          comprenderlo es preciso introducir un breve análisis histórico.

                 En el capítulo II señalé que en México desde el siglo XIX las personas sordas
          fueron ubicadas por el incipiente Estado dentro del compartimiento social de lo que
          hoy nombramos discapacidad y ahí permanecieron a lo largo del siglo XX, hasta la
          actualidad. Sin embargo, a nivel internacional, desde la segunda mitad del siglo XX,
          las organizaciones de sordos han dado muestras de adhesión al movimiento social
          de discapacidad que emergía en esa época en Inglaterra y en Estados Unidos. Aun-
          que inicialmente los emblemáticos movimientos como The Union of the Physically



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