Page 428 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Gabriel Tolentino Tapia




        un mecanismo para la transmisión del mensaje celestial. Sin embargo, no debe olvi-
        darse que esta concepción procede de los Testigos de Jehová oyentes.


               Lo anterior pone de manifiesto la presencia de oyentes ocupando distintos
        papeles y lugares institucionales e influyendo en la consagración de sujetos sordos
        distintos. En los vagoneros sordos e IncluSor, predominan los miembros sordos,
        además de ocupar los sitios de dirección. En ambos casos la producción de alteri-
        dad, como sujetos «discapacitados» o «con discapacidad» respectivamente, emana
        de las instituciones estatales constituidas por oyentes. Por lo tanto, no es desme-
        dido hablar, desde este punto de vista, de un «Estado oyente» que sujeta a los sor-
        dos, según sus cualidades y capitales, al marco de las políticas permisivas (difusas)
        y asistenciales o políticas de derechos humanos de personas con discapacidad. Lo
        anterior, sin considerar para este caso que un «Estado oyente», resultado de una
        vigorosa razón oyente, presenta su cara más férrea a través del conjunto de entida-
        des públicas relativas a la medicina genómica o genética, la rehabilitación auditiva y
        oral, la distribución de tecnologías para la audición y así sucesivamente.

               Por el contrario, como he señalado desde el tercer capítulo, los grupos religio-
        sos suelen estar dirigidos por oyentes, de modo que la alteridad se produce desde el
        interior del grupo; ya sea como sujetos amados por Dios y poseedores de una lengua
        que les da identidad o como sujetos a los que se les procura la enseñanza lingüística
        como medio para el entendimiento del verbo divino y que revelan el pecado original:
        una visión, en este segundo caso, proveída por los Testigos de Jehová y que se acerca
        a las perspectivas sociales «laicas» asistenciales, de «tragedia personal» y dependen-
        cia. Por lo tanto, cercanas a las que viven los vagoneros en el Metro. De este modo, el
        filtro religioso, pero también la visible ausencia de capitales culturales (específica-
        mente educativos) y sociales, inhiben la participación más allá de la congregación de
        señas en asuntos laicos y políticos como lo son la educación bilingüe, la solicitud de
        intérpretes y otros temas similares. Entre los vagoneros sucede algo similar, pero no
        precisamente por un asunto religioso, sino también por la baja circulación de capita-
        les culturales, económicos y sociales. 193  En ambos grupos, por ejemplo, no se percibe
        que contar con intérpretes sea una demanda política. En los Testigos de Jehová se


        193   Los vagoneros comparten vínculos con sordos en distintos ámbitos: la familia, el barrio, el trabajo y la religión católica, sin
            embargo, dichos contactos difícilmente harían que los vagoneros accedan a espacios políticos de discusión y representa-
            ción pública de la comunidad sorda. Por otro lado, las diferencias simbólicas y de clase social asociadas al trabajo ambulan-
            te se han expresado al menos desde el siglo XIX, extendiéndose a lo largo del siglo XX. A menudo el ambulantaje realizado
            por sordos no ha sido bien visto por otros sordos pertenecientes a asociaciones y que se han dedicado a trabajos formales
            (Buck, 2000; Padden y Humphries, 1990, 2005; Robinson, 2015).

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