Page 431 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Relaciones con el Estado, espacio público y
sentidos sobre ser sordos en cuatro grupos
lengua de Señas (sic), se van por el capacitismo. Tache BV»; «La Lengua de Señas
es un elemento central; el oído representa la idea de sordera auditiva». Sobre los
logotipos «oficiales» de discapacidad también se presenta esta tensión: frente al que
ubica a la oreja dentro de un círculo con una línea atravesada en diagonal (alusiva
lo que no funciona o está clausurado) se halla el logotipo que posiciona a las manos
para refrendar el elemento lingüístico.
Mientras haya sordos y oyentes en el mundo, no podremos omitir fácilmente
esta vicisitud. Populares se han hecho las frases de este tipo, recogidas en el trabajo
de campo y también expuestas en otros tantos estudios: «ser sordo es una condición
de vida, no una discapacidad», «los sordos podemos hacer todo como los oyentes, lo
único que nos hace diferentes es el idioma»; «antes que ver mi sordera, pon atención
en mis manos». Coincidiendo con Baynton (2008) dentro de los estudios Sordos es
necesario recuperar el cuerpo desde su condición sensorial. Empero, considero que
también es imperioso reflexionar sobre el matiz capacitista que se advierte en las
expresiones que acabo de citar. En estas se deja ver el rechazo a todo signo corporal
deficitario y se pondera en escalas (no siempre dichas abiertamente) de dolor, sufri-
miento o impedimento: «Nunca he estado triste en ese sentido de ser sordo. Disca-
pacitado es como ciego o con parálisis, ellos si sufrirían mucho, pero yo soy sordo y
los discapacitados son diferentes, yo nací así y para mí es algo normal» (joven sordo,
estudiante de Clotet). A lo largo del trabajo de campo recuperé diversas expresiones
similares en las que el ser sordo se desmarca de la discapacidad por su asociación
con una corporalidad y emocionalidad negativa. 195
La omisión del cuerpo con deficiencia ya se había declarado en los estudios
sociales de la discapacidad. Al centrar casi exclusivamente la atención sobre las es-
tructuras sociales que la producen, el cuerpo quedó al margen (Hughes y Paterson,
1997) lejos de considerar su potencial político emancipatorio y de orgullo tal como
es. Para los citados autores, la distinción entre discapacidad (como condición social-
mente producida) e impedimento (como condición corporal) reactualiza el proble-
ma cartesiano de la dualidad mente-cuerpo, así como la escisión cultura-biología. La
des-biologización de la discapacidad implicó la pérdida del cuerpo y su entrega a la
medicina, señalan Hughes y Paterson. Por lo tanto, supuso no sólo olvidar que es ahí
195 Reproduzco otro ejemplo, ahora proveniente de la madre de un niño sordo: «en el Instituto Nacional de rehabilitación había
escuela para padres, eran como talleres y veíamos muchas cosas, veíamos que la capacidad de los jóvenes sordos como
tal es la menor discapacidad o capacidad diferente, como quiera llamarlo; la menor porque hay niños que en hidrocefalia
tienen otro tipo de capacidad y yo así de: ‘no, o sea, mi hijo no tiene nada’. Tú lo ves a simple vista y dices: ‘ah, no escucha’,
pero ves a otros chicos con otras discapacidades diferentes y dices... ‘no, él no tiene nada en absoluto, está completo’».
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