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¿Quién es el sujeto Sordo? Capitales comunicativos y liderazgo
El padre y la madre que entrevisté lo tienen claro: 1) el acceso a medios de
transporte y la diferencia de oportunidades entre la Ciudad de México y el Estado
de México es, ya, un marcador importante de diferenciación; 2) se puede proceder
de una familia sorda, pero de poco servirá para movilizarse en la comunidad si no se
cuenta con recursos económicos; 3) el poder adquisitivo permite, entre otras cosas,
trasladarse a la escuela, acceder a un intérprete por cuenta propia y también «darse
a conocer» e «ir de metiche». En este sentido, vinculan el poder adquisitivo con el
acceso a la educación y a su vez con la probabilidad de convertirse en líderes en la
medida en que hay condiciones económicas de participar y «darse a conocer». 238
Según lo anterior, la educación sería una suerte de capital cultural institu-
cionalizado (Bourdieu, 2001) importante para la formación de líderes sordos. Otros
trabajos también lo reconocen como importante cuando se habla de líderes sordos
(Smith, 2005; O’Brien, 2019; Wrigley, 1996; Davis, 2007; Kamm y Lamkin, 2008;
Frederick, 2021; Vasconcelos et al., 2016; Goff, 2012). Durante el capítulo V apunté
algunos indicios sobre cómo los capitales sociales y educativos generan trayectorias
de vida distintas entre sordos. Como se lee en un pasaje anterior de este capítulo,
Selma relaciona directamente la posición de liderazgo con el nivel educativo:
Como te digo, han llegado a niveles o áreas a donde otros no se han podido y obviamente tienen
una concepción distinta de todo lo que te da una educación universitaria y entonces es más fácil
decir: «okay, yo sé esto, podemos movernos», yo he visto esos dos tipos de líderes (por pertenencia
familiar y por nivel educativo) (Selma).
En el capítulo III hubo oportunidad de discutir desde la dimensión geográ-
fica cómo se producen «lugares de sordos» a partir de su incursión en ámbitos an-
teriormente negados, como sucede con las universidades. Ahora se interpreta ese
acto desde la ocupación de posiciones sociales clave para la comunidad, no sólo por-
que son parteaguas para más sordos (como indiqué en el capítulo IV a través de los
relatos de vida), sino también porque alcanzan un estatus particular. Son igual de
238 En algunos círculos sociales llegué a coincidir con sordos postlingüistas que recientemente estaban buscando cono-
cer la lengua de señas y a sus hablantes. Algunos pagaban cursos para aprender y socializar. El acto parecía «extraño»
si se considera que para hacerlo basta con comenzar a vincularse a partir de un grupo o persona sin necesidad de
«pagar». Consideré que tales personas disponían no sólo de un tiempo, sino también de un recurso económico mínimo
(lo que no significa que sean «ricas» pero sí más holgadas en este sentido que otros sordos) para insertarse en clases
de señas y cursos de conversación. Asimismo, en tanto que «recién llegados», quedaba en evidencia que la capacidad
económica no se traduce mecánicamente en un conocimiento social sobre cómo está constituida la comunidad y
adónde más podrían acudir al encuentro, al menos no en un principio. Finalmente, pese a la solvencia económica,
las personas en mención estaban desprovistas no sólo de las relaciones, sino también del cúmulo de conocimientos
lingüísticos, culturales e históricos acerca de la comunidad, necesarios para volverse líderes; todo ello sin omitir que su
condición de postlingüistas no es el capital comunicacional más valorado dentro de la comunidad.
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