Page 556 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Gabriel Tolentino Tapia




               En una conversación con dos personas sordas, una de ellas comentó que sea
        del español u otros idiomas orales, estos se estudian con la finalidad de conocer sus
        transformaciones. La otra persona respondió afirmando, pero dijo que en la comu-
        nidad sorda no se entiende. Ejemplificó diciendo: la seña de azul debe ser «azul»
        y no puede cambiar. Durante nuestra entrevista, Naomi, una joven sorda, afirmó
        que en ocasiones algunos adultos mayores sordos se molestan por el cambio en las
        señas, aunque en su referencia indicó dos elementos que, aunado al generacional,
        marcan la pauta del desacuerdo: uno geográfico y otro relacionado con el género.

             Hay adultos mayores que se enojan cuando cambian las señas y corrigen. Por ejemplo, antes se
             usaba esta seña para referirse a las mujeres y era peyorativa, por ejemplo, si decías: «tía», se hacía
             con la mano hacia abajo (como indicando estar por debajo) y esa seña se decidió cambiar, porque
             cuando empezaron a empoderarse las mujeres dijeron: «eso es peyorativo, ¿por qué la seña de mu-
             jer hacia abajo?», entonces se decidió cambiar la seña. Cuando tú ves a una persona que hace eso,
             pues puede ser peyorativo, pero en algunas regiones así las usan, porque así viven, yo lo respeto:
             su lengua, su forma de usarlo. En Oaxaca, por ejemplo, sí lo hacen (Naomi). 262


               Según lo anterior, los cambios lingüísticos en el tiempo (generacionales) y
        en la geografía (regiones del país) se interceptan en variaciones susceptibles de ge-
        nerar algunos desacuerdos. A propósito de la geografía, se reconoce que en cada
        región puede haber algunos cambios (como también sucede con los idiomas ora-
        les), pero también ciertas tensiones. Por ejemplo, en Colaboradores Lengua de Se-
        ñas Mexicana, durante una plática individual, uno de mis instructores señaló que en
        ocasiones los sordos de la capital del país llegan a imponer sus señas a la gente de
        otras zonas.


               Las diferencias también se reproducen a escala local, es decir, en la Ciudad
        de México y se manifiestan en discusiones cara a cara. La Biblioteca Vasconcelos
        cuenta con una sala de LSM. Ahí es posible encontrar literatura, videos y acceso a
        internet. Es un sitio atendido por un joven sordo, al menos en 2019 cuando yo fre-
        cuentaba el lugar. Durante nuestras conversaciones llegó a manifestar algunas mo-
        lestias con el modo de socializar entre algunos sordos. Comentó que en ocasiones se
        producían discusiones. Cuando pregunté de qué tipo, respondió con un ejemplo que
        le parecía sencillo: rápidamente entran en discusión porque alguien hace una seña


        262   En cuestiones de identidad de género, la seña de «lesbiana» también cambió, producto de la influencia social sobre
             cómo se concibe la relación erótica y afectiva entre dos mujeres. Anteriormente la seña era la misma que la del número
             «69». Aunque cambió, algunos adultos mayores la conservan, como identifiqué en una escena en la que precisamente
             se estaba discutiendo el cambio. Preguntaron a un hombre mayor cuál era la seña de «lesbiana» y sin mayor reparo
             indicó que era la seña de «69».

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