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La lengua de señas como acervo disputado




          ción pública, la «resistencia lingüística» comienza desde terrenos menos visibles,
          pero cotidianos. Uno de estos es la gramática.

                 Durante una de las emisiones del programa de En Traducción, uno de los
          presentadores señaló la necesidad de respetar el español y la LSM, en virtud de que
          no pocas veces ambos idiomas se mezclan. Quizá una de las formas en que sucede
          es a través de la gramática. Cuando se aprende señas, la teoría y la práctica indican
          que el orden del discurso no es el mismo entre español y LSM, como tampoco lo es
          entre español e inglés, por ejemplo. Además de que muchos oyentes que comienzan
          a involucrarse con las señas tienden a desconocerlo, en la práctica y aun teniendo
          conciencia de ello, no siempre resulta sencillo dar el giro gramatical. Generalmen-
          te los sordos se esforzarán por distinguir el orden; práctica que interpreto apela a
          dos sentidos vinculados entre sí. El primero se relaciona con el entendimiento. Para
          muchos sordos que entrevisté o con los que platiqué, resulta realmente aburrido
          atender a unas señas organizadas como lo está el español. No se encuentra mucho
          sentido a lo que los oyentes pretenden transmitir. Más adelante volveré a este tema.

                 El segundo sentido es político. Aprovechando la presencia de jóvenes sor-
          dos que estaban aprendiendo español en IncluSor, nuestra profesora de LSM, que
          también era sorda, los llamó un momento para hacer un ejercicio de comparación
          de escritura. La idea es que tanto uno de ellos como dos oyentes de nosotros escri-
          biéramos una misma idea en una oración. El joven sordo tardó para escribir. Me dio
          la impresión de que pensaba mucho lo que fuese a redactar con la finalidad de no
          equivocarse o hacerlo mal ante los oyentes. Quizá sintió que estaba siendo sometido
          a una prueba.


                 Con la comparación de lo que escribimos, la profesora quería demostrar que
          la gramática explayada por sordos y oyentes no es la misma y se refleja en el modo
          en el que se estructura la lengua de señas y el español. Para nuestra profesora, en-
          tender esa diferencia significaba comenzar a introducirse en la cultura sorda. Con
          las referencias a la gramática en otros lugares y eventos a los que asistí, comencé a
          identificar que además de ser una cuestión cultural, también es política; cuando se
          trata de posicionar a la LSM frente al español, la gramática es un discurso político.

                 Ubicados afuera del Hospital General Dr. Manuel Gea González al sur de la
          ciudad, donde Colaboradores Lengua de Señas Mexicana solían dar sus cursos, Ri-
          cardo me comenta a través de Imelda, intérprete de señas, que hay muchos sordos



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