Page 564 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Gabriel Tolentino Tapia




               Con la inserción de oyentes en la comunidad y la consecuente pretensión de
        aprender LSM, no pocas veces ocurren formas de imposición lingüística. No es ya
        el problema de oralizar a los sordos, sino de adecuar las señas al español, es decir,
        de producir un idioma señado «a imagen y semejanza» de la lengua oral y escrita
        dominante para facilidad de los oyentes. «El sordo debe hablar igual que el oyente
        o tiene que signar igual que el oyente en una forma ordenada», ha dado lugar a dos
        grandes imprecisiones que hasta el día de hoy generan malestar; me refiero al espa-
        ñol exacto y al español signado que es más frecuente.


               El español signado se refiere al hacer señas con la estructura gramatical del
        español. No  estarán presentes  los artículos, algunos  conectores  o preposiciones,
        pero el orden de las palabras a señar es el mismo que en el español. El español exac-
        to irá aún más lejos, dado que incluirá el deletreo de artículos, conectores y prepo-
        siciones. Algunos sordos o hipoacúsicos que primero fueron llevados a la enseñanza
        del español y luego comenzaron a aprender señas, se han enfrentado, con mayor o
        menor pesar, al cambio gramatical:
             Yo utilizaba español signado, yo lo hacía a la par, palabra seña, palabra seña y de repente me
             regañaban: «no, mira, es que así...», yo decía «la casa», y me explicaban: «no, es más corto,
             mira…» y claro, como los sordos ellos ya venían de familias sordas, entonces desde muy pequeños
             habían aprendido la lengua de señas, era mucho más fácil... y al entrar yo al mundo del deporte
             me quedó como mucho más clara la estructura gramatical que maneja la lengua de señas, era
             muy complicado (Citlalli).


               Se dice que no es imposible para los sordos comprender el español signa-
        do, aunque para ello sería necesario saber muy bien español. Sin embargo, para la
        mayoría resulta complicado, molesto y tedioso: «el español signado para el sordo es
        muy aburrido: lo vemos, pero no nos transmite nada, pero si lo hacemos en lengua
        de señas es mucho mejor, lo captamos mucho más rápido» señaló Marcela en nues-
        tra entrevista. Además de los sordos que fueron inducidos al español, el español
        signado es muy común entre los oyentes. Muchos comenzamos así a aprender señas.
        Los familiares de sordos también los reproducen: «corrijo a mi mamá porque ella
        hace mucho de español signado y yo no entiendo eso, mi mamá se confunde. Le digo
        que no entiendo entonces le corrijo, pero es una costumbre de oyentes» (Rober-
        to, integrante del Centro Clotet). Por su cuenta, los Testigos de Jehová identificaron
        que el español signado no es la mejor estrategia de comunicación con los sordos.
        Al percatarse de su ineficiencia para la mayoría de los sordos, decidieron volcarse
        totalmente hacia la lengua de señas.



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