Page 562 - Más allá de la razón oyente digital digital
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Gabriel Tolentino Tapia




        obedeciendo a los oyentes porque creen que por serlo saben más o tienen la razón,
        pero los sordos poseen su propia comunicación. Los sordos necesitan aprender es-
        pañol bien, como los oyentes necesitan aprender señas bien y no conformarse con
        apenas conocer unas cuantas señas o creer que la lengua de señas es más breve o
        corta y que por eso es más sencilla de aprender; creen que por no marcar los ar-
        tículos ya es más sencilla. No quiere decir que sea una lengua inferior al español,
        concluyó mientras fumaba un cigarro.

               Durante alguna emisión del programa de En Traducción que se emite a tra-
        vés de Facebook, se abordó el mismo tema. Uno de los presentadores aseguró que
        la lengua de señas tiene su gramática y no por ser más corta es menos rigurosa o
        se ubique en un estatus inferior con respecto del español. Las lenguas de señas no
        son lenguas precisamente escritas. En muchos lugares donde se enseñan, se trata de
        escribir en español el mensaje dado en señas para tratar de comprender su lógica,
        su orden. Al hacerlo, efectivamente se notará que los artículos no aparecen, como
        tampoco algunas preposiciones. Omitiendo estos elementos, se verá objetivamente
        que las oraciones son más breves en LSM. Pero como si la extensión del texto fuese
        signo de una lengua más completa, es probable que oyentes hayan creído que la LSM
        es una lengua (si la llegasen a considerar como tal) menos compleja o limitada para
        comunicar. Esto sería un «prejuicio lingüístico»:

             Desviación de la racionalidad que, casi siempre, toma la forma de un juicio de valor o bien sobre
             una lengua (o alguna de sus características), o bien sobre los hablantes de una lengua (en tanto
             que hablantes). Y se trata de un prejuicio generalmente dictado por la ignorancia o por la ma-
             levolencia, ajustado a estereotipos maniqueos y dictado por la desazón que nos producen todas
             aquellas cosas y personas que son diferentes a nosotros. Así pues, los prejuicios lingüísticos son
             una subclase de los prejuicios generales e inciden sobre lenguas y hablantes que alguien puede
             considerar extraños a niveles diferentes: 1) porque ciertos hablantes usan una lengua que a ese
             alguien le es poco o nada conocida; o 2) porque aquellos hablan una variedad de la lengua que no
             es la propia del perjudicador (Tusón, 2010: 27).


               Si se compara la escritura del inglés y del español, se sabrá que la del pri-
        mero es más breve. Empero, los ingleses o estadounidenses no deben esforzarse
        en señalar que por su extensión gramatical es menos compleja o útil para comu-
        nicarse; al contrario, se llega a celebrar su cualidad de ser concretas. Los sordos,
        por el contrario, habrían asumido la necesidad de la defensa gramatical como una
        posición política frente a las lenguas orales, específicamente en este caso frente al
        español en México.



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