Page 567 - Más allá de la razón oyente digital digital
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La lengua de señas como acervo disputado
que como espacio donde efectivamente las palabras y formas de expresión posean
un precio económico. De hecho, Bourdieu es proclive a acudir a las metáforas eco-
nómicas, siendo el concepto de «capital» la muestra más fehaciente de ello. Sin em-
bargo, también es cierto que los idiomas se monetizan y la LSM no es la excepción.
De hecho, cada vez más se pone en circulación su valor instrumental a través de una
gran cantidad de cursos disponibles, aunque no todos con la misma calidad y es ahí
donde lo instrumental y lo simbólico se cruzan:
Hay cursos muy chafas, hay escuelas muy chafas, de que te cobran la millonada y pues los maes-
tros no están realmente capacitados para enseñarle a niños, a jóvenes (…) ahora hasta en la
esquina te ofrecen, sí hay que tener mucho cuidado a donde estudiamos lengua de señas, yo digo:
«ah, esa escuela enseña español signado, no me interesa», realmente aprender lengua de señas es
una estructura como el sordo lo entiende; es visual... es gestual… (Lourdes, madre de Denisse
joven sorda).
Los cursos de señas reflejan las formas de apropiación y uso de la LSM con
fines de enseñanza y la obtención de algún beneficio mediante dicha actividad. Se
trata de un asunto en el que participan sordos y oyentes por igual. Cada vez más
gente se encuentra involucrada en dicha actividad: desde sordos, líderes sordos,
asociaciones, familiares, profesores de educación, intérpretes, instancias públicas
de gobierno, religiosos, áreas de rehabilitación y terapeutas, partidos políticos, em-
presas privadas, universidades y otros actores.
Diversos interlocutores reconocieron que los cursos de LSM era algo más o
menos nuevo en 2019, como señaló Alondra, representante de MEBISOR: «eso es nue-
vo la verdad, las personas están reconociendo que la lengua de señas es importante y
está reconocida como una lengua oficial en México, entonces todos quieren aprender,
hay mucho interés. Hace cinco o seis años empezaron los cursos». Como señalé casi al
inicio del capítulo, Ángela de IncluSor lo asociaba con el cine y Alondra con el recono-
cimiento político de la LSM. En todo caso, tal parece que al reconocimiento lingüístico
político sobrevino un reconocimiento desde las industrias culturales.
Si la oferta de cursos aumentó, la pregunta es: ¿quién los puede promocio-
nar y ofrecer técnicamente? Este cuestionamiento articula una serie de tensiones
sobre la gestión de un «bien» intangible. La gente comenzó a buscar cursos y con
ello lo que señala Lourdes, mamá de Denisse y compañera mía de cursos en Inclu-
Sor: «empezaron a buscar lengua de señas, pero ahí había el pleito, que no cual-
quiera podía enseñar lengua de señas... ahora hasta el hijo del vecino enseña lengua
de señas...». Surgió entonces el cuestionamiento sobre quién exactamente podría y
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