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La lengua de señas como acervo disputado




          de un modo que no es aprobado por los demás. Se le tratará de corregir y el otro no
          lo aceptará. En ocasiones también se crea debate cuando existen distintos objetos,
          situaciones o lugares con un mismo nombre en español. El encargado expresó que
          hubo discusión sobre las señas para Roma, Italia, la Colonia Roma en la Ciudad de
          México y Roma, la película que meses antes se había estrenado. Terminó sus ejem-
          plos señalando que «así es la cultura sorda».

                 Personalmente también fui objeto de correcciones en diversos momentos
          y lugares. Por ejemplo, existen dos señas para «Hidalgo». Mientras que yo ocupaba
          una en particular, los vagoneros sordos tenían otra. Uno de ellos en específico no
          reconocía como tal la que yo hacía y me corrigió. Entre los sordos las discusiones
          por este tipo de temas son válidos, no así cuando estamos involucrados los oyentes.
          Desde el ámbito de la interpretación se tiene claro que no es posible acudir con un
          grupo e imponer las señas; por el contrario, se precisa de aprender cuanto más se
          pueda de distintos lugares y colectividades. Los oyentes siempre somos aprendices
          de los sordos. Al menos así es como se espera que debiera de suceder. Entre los
          Testigos de Jehová está claro el desarrollo de las señas, incluyendo las variaciones
          regionales y generacionales:

                Es como todo idioma, otra lengua, no hay ninguna que no siga desarrollándose, las lenguas avan-
                zan, llega a haber términos que quedan arcaicos, neologismos, cosas nuevas que se van inte-
                grando, si se queda estático, pues se vuelve lengua muerta, entonces eso de las variaciones entre
                generaciones y las regiones dentro del país, ¿cómo se ve eso?, o ¿cómo se trata de lidiar con eso?
                Primero, se traen personas de diferentes lados (a la Sucursal ubicada en Texcoco, Estado de Mé-
                xico) para que trabajen con los grupos de traducción. Por decirlo así, como que representan a
                sus zonas y nos pueden decir «acá entiendo esto o aquello». Aparte de eso, cuando se hace una
                publicación, se hacen pruebas de campo, entonces se trae a personas sordas de diferentes lugares
                y se les expone el material para ver qué comprenden, entonces si uno dice «yo no entiendo eso, o
                entendería otra cosa», entonces buscamos la manera de llegar a ellos quizá con otro tipo de señas,
                tal vez más genéricas, pero tomamos en cuenta a todos. Es lo que se busca, que cuando salga el
                material (los videos) se entienda por la mayoría. De esa manera, cualquier persona del país puede
                ver los videos y es como todo; por ejemplo, si tú vas a un país hispano que no sea México, verás
                también que el español es tan variado, pero no dejamos de entendernos en español, entonces lo
                mismo es lo que sucede aquí con la Lengua de Señas Mexicana (Santiago, miembro de los Testigos
                de Jehová con residencia en La Sucursal).


                 A propósito de la religión, desde esta dimensión se distinguen algunas otras
          vicisitudes lingüísticas. Como he señalado en otro momento del libro, al exterior
          de los Testigos de Jehová se llega a decir que son excelentes para el manejo de las
          señas, tanto a nivel técnico como estético. Pese a este reconocimiento, hay algunas



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