Page 80 - Más allá de la razón oyente digital digital
P. 80
Gabriel Tolentino Tapia
cemos en palabras. De ello se desprendería la idea de que no hay razón o pensa-
miento sin palabra. Esta falacia, indica Bell, dio lugar a que durante cientos de años
se viera imposible educar a las personas sordas (Bell, 1884). Además, si se deduce
que la palabra es expresión de la razón, y si la palabra hubiera sido ajena a las perso-
nas sordas, entonces ellas habrían permanecido sin razón o sin pensamiento, lo cual
se vincula, nuevamente, con la idea de que eran tontas. Sin embargo, en este pun-
to, Bell reproduce la asociación entre tonto y mudo al distinguir que hay personas
tontas debido a un problema auditivo y quienes lo son porque tienen una «mente
defectuosa» (Bell, 1884: 34). Afirma: «Los niños sordos son tontos, no por falta de
audición, sino por falta de instrucción. Nadie les enseña a hablar» (Bell, 1884: 58).
Me he detenido en el caso de Bell porque quizá representa la figura más em-
blemática acerca de cómo las técnicas médicas (llevadas al límite con la duda acerca
de la reproducción biológica) y pedagógicas del habla oral y escrito se procuraron
27
imponer, aunque con relativo éxito. Desde luego, no fue el único en discutir los te-
mas que le preocupaban. En las entrañas de la historia es posible hallar un conjunto
de procesos y sucesos que reflejan las tensiones constantes entre ciencia, sociedad
y «cultura Sorda», aunque quizá en esa época, el siglo XIX y principios del XX, no se
le llamaba así.
Desde mediados del siglo XIX comenzó un interés por la consanguinidad
como causa de sordera (Groce, 1999). En este tenor, la cuestión de la herencia y
genética fue un tema apremiante como lo demuestra Bell, pero justamente por la
consanguinidad. En efecto, varios trabajos de investigación y reflexiones publicadas
entre mediados del siglo XIX y principios del XX demostraron una preocupación
sobre los matrimonios concertados por personas de una misma familia. A menudo,
aspectos morales y científicos se mezclaban. Posiciones ponían en duda los efectos
de la consanguinidad y la condenaban:
Ha habido una noción predominante entre muchas naciones civilizadas, desde la antigüedad has-
ta el presente, de que los matrimonios consanguíneos a menudo dan como resultado una descen-
dencia defectuosa. Dichos matrimonios son responsables de un gran porcentaje de idiotas, ciegos,
locos, deformados y sordos. Se han recopilado estadísticas alarmantes que probarían de manera
concluyente que el matrimonio consanguíneo es un mal terrible (Taylor, 1892: 255).
Recordemos que la normalidad se define por un principio cuantitativo y
27 Además, su historia es peculiar e irónica al tener familiares sordos cercanos y ser el inventor del teléfono, un aparato para
oyentes. Con la invención del teléfono buscaba, en parte, resolver la audición dañada (Sioshansi et al., 2018).
80

