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El futuro de los órganos constitucionales autónomos en México





            de constitucionalidad; e, 11) Intangibilidad, si los órganos constitucionales
            autónomos fuesen suprimidos se lesionaría gravemente  al Estado
            democrático de derecho (Carpizo, 2009: 4-5).


                    En nuestro tiempo de exigencia democrática  y de crisis  de la
            democracia  representativa,  los marcos  teóricos  anteriores  son precarios.
            Hoy sostengo que lo más importante es que los órganos constitucionales
            se desprendan directamente del artículo 39 constitucional y que tanto su
            origen  como  su  ejercicio  sea  democrático.  No  pueden  justificarse  como
            órganos elitistas, que están al margen de la sociedad.

                    La  democracia  representativa  del Estado  del Bienestar del siglo
            XX fue, como señaló Schumpeter (Schumpeter,1962: 219 y ss.), un mero
            mecanismo para la selección de élites o, como dijo Popper (Popper, 2010),
            un procedimiento de destitución de gobernantes. La democracia en esta
            concepción formal y minimalista se concretaba y concluía en lo electoral
            sin que importara mucho la calidad de las reglas e instituciones o el nivel
            de participación y deliberación de los  asuntos públicos. Se trató de una
            mistificación que paralizó el sentido de la democracia en el tiempo (De Vega,
            2003: 465). La democracia ponía fin a la historia si era sólo una cuestión de
            reglas y procedimientos para saber quién gobierna y cómo gobernará.

                    Las visiones minimalistas de la democracia centradas en lo electoral,
            además de incorrectas son falsas si tratamos de concebir a la democracia
            desde sus fines –garantizar la libertad, la igualdad y, la justicia-. Los principios
            de elecciones libres, auténticas y periódicas, aunque se satisfagan no son
            suficientes (Bobbio, 2003: 459-460) porque la ciudadanía no tiene sólo una
            dimensión política sino una social y económica, que mira o debe mirar por el
            bienestar de las personas y, que procura reforzar la civilidad y potenciar las
            redes del beneficio social. No podemos ver a las personas como individuos
            aislados y  atomizados, la  ciudadanía  tiene  también  una  dimensión
            económica, es decir, los ciudadanos, deben con sus conciudadanos, decidir
            qué se produce, cómo y para qué –la democracia económica a la que nunca
            llegó el Estado del Bienestar- (Cortina, 2003: 418). Además, la democracia
            tiene que ver con los resultados de las decisiones colectivas, éstos deben
            beneficiar también a las mayorías de cada sociedad. ¿Qué sentido tiene que




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